No se sabe para cuándo han de servir las frases guardadas en la memoria, las que no olvidas ni queriendo desaprenderlas, como el padrenuestro, como el significado de la oración, como los elementos químicos, los cinco países más grandes del continente, los planetas, o las capitales de las provincias de la sierra, de norte a sur. Quiero decir, esas frases que se pegan en la tibieza del hueco del codo, para salir de repente y calzar como llaves en algún penar.
Quería escribir sobre eso, pero la lluvia no me deja. Porque llueve hoy día como para lavar toda la ropa tendida en el Tomebamba. Llueve como llorar desconsoladamente, sin edición ni freno. Llueve como se suspira algunas veces, desde las tristezas que se habían olvidado y que se escondieron en el caracol de las orejas. Llueve como para hacer colada de avena con naranjilla o tomate. Como para abrazar y solamente detenerse a escuchar las gotas que caen como latidos.
Llueve infinitamente, con tesón de gotera de casa pobre, golpeada por el metal de la improvisada olla recipiente. Llueve como estallido de cristales microscópicos de estornudo puesto en evidencia por la luz de las ventanas. Llueve como late el corazón si te veo. Llueve como lentes empañados, como visión de cuadro puntillista. Llueve como mano helada, como pies fríos, como lamer el filo de un sobre para que la carta quede protegida de impertinencias. Llueve como piezas de calidoscopio que caen para acomodarse al fondo del prisma por el empuje del azar. Llueve como para lavar el alma y encontrar sus inquietudes primigenias, originales, en el fondo. El alma es un palimpsesto que la lluvia recupera. Llueve como salpicar puñados de hielo en la inmensidad de un valle. Como orinar cuando hace frío, con chorro vital e hirviente.
Llueve con furia, como para lavar la miseria de una ciudad acomplejada, para castigarla con la desnudez. Llueve como estar sola y permitirse escuchar la misma canción una vez y otra, hasta que se evapora. Llueve como arruinar el esponjado peinado de un perrito que se acicala para una venta marcada por el dolo bueno. Llueve como llanto contenido de masculinidad clásica. Como chorro que bebe el alcohólico cuando rompe, en soledad, los días de abstinencia. Llueve sin escampar, sin pausa, con propulsión de glaciar derretido.
Llueve con furia de incendio. Llueve con abundancia de arena, con constancia de planta que eclosiona de repente, con cadencia de reloj, con humedad de mano nerviosa, de pupila emocionada. Llueve como recoger una lágrima de otra mejilla con la yema del dedo y comérsela, para que la tristeza se divida en dos. Como para alargar una reunión hasta que escampe.
Llueve infinitamente, con tesón de gotera de casa pobre, golpeada por el metal de la improvisada olla recipiente. Llueve como estallido de cristales microscópicos de estornudo puesto en evidencia por la luz de las ventanas. Llueve como late el corazón si te veo. Llueve como lentes empañados, como visión de cuadro puntillista. Llueve como mano helada, como pies fríos, como lamer el filo de un sobre para que la carta quede protegida de impertinencias. Llueve como piezas de calidoscopio que caen para acomodarse al fondo del prisma por el empuje del azar. Llueve como para lavar el alma y encontrar sus inquietudes primigenias, originales, en el fondo. El alma es un palimpsesto que la lluvia recupera. Llueve como salpicar puñados de hielo en la inmensidad de un valle. Como orinar cuando hace frío, con chorro vital e hirviente.
Llueve con furia, como para lavar la miseria de una ciudad acomplejada, para castigarla con la desnudez. Llueve como estar sola y permitirse escuchar la misma canción una vez y otra, hasta que se evapora. Llueve como arruinar el esponjado peinado de un perrito que se acicala para una venta marcada por el dolo bueno. Llueve como llanto contenido de masculinidad clásica. Como chorro que bebe el alcohólico cuando rompe, en soledad, los días de abstinencia. Llueve sin escampar, sin pausa, con propulsión de glaciar derretido.
Llueve con furia de incendio. Llueve con abundancia de arena, con constancia de planta que eclosiona de repente, con cadencia de reloj, con humedad de mano nerviosa, de pupila emocionada. Llueve como recoger una lágrima de otra mejilla con la yema del dedo y comérsela, para que la tristeza se divida en dos. Como para alargar una reunión hasta que escampe.
Llueve como para inundar un zapato, como para que la ropa tendida en el patio jamás se seque.
Llueve sin tregua, sin piedad. Para dibujar un nombre en un cristal empañado y que nadie lo pueda leer. Para toser una polvorienta sed apagada, con flujo celestial de nube exprimida por las manos de traviesos ángeles que se durmieron olvidando cerrar la llave.
2 comentarios:
Me encanto la parte de llueve como late mi corazon cuaneo te veo.... saludos.. donde puede ver mas de lo que escribes???
Hola, gracias, aquí mismo publico frecuentemente www.mariajosemachado.blogspot.com.
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