Dicen que los globos están para guardar secretos.
Que los globos nuevos son como bolsas para las penas.
Entonces, cuando hay alguna fiesta, tomas un globo,
te lo pones en la boca, respiras profundo,
lo llenas de palabras no dichas.
Y si quieres, lo amarras.
Para que las palabras se queden adentro y convivan.
Y analicen un poco la situación de su encierro en tu garganta.
Porque a veces hay mucho que no decimos.
Entonces el globo contiene todas las palabras cautivas
en tu boca.
Por eso es generoso en su flexibilidad.
Se contrae y estira dependiendo del caudal
de palabras que tengas para contarle.
Yo siempre tuve los dedos fríos
y me cuesta amarrar un globo.
En incontables ocasiones,
los globos se me han ido de las manos,
chismeando al mundo mis confesiones.
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