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lunes, 27 de marzo de 2017

Fragmentos de mis diarios de vidas pasadas

28 de abril de 2002

En la mañana me levanté muy tarde, me moría de calor y me puse a releer "Del amor y otros demonios". Leí como setenta páginas. Luego bajé a tomar café con mis ñañas. Me moría con la gripe y mi mami me mandó a dar una vuelta por la terraza, para airearme un poco. Luego tendí la cama y por fin mi papi nos puso los cuadritos en el cuarto que quedaron muy lindos. Luego almorzamos sopa de fideos con carne y papas. Hacía mucho frío, y hubo lluvia, truenos y rayos y dijimos que el mundo se iba a acabar. Pero las cosas se calmaron y el mundo no se acabó y mi gripe siguió progresando, ni la limonada caliente, ni las pastillas me calmaron. Luego vi Quién quiere ser millonario y me asusté mucho porque al verme al espejo tenía unas ojeras muy profundas y no me veía nada bien, así que mi mami me dijo que lo más conveniente sería faltar a clases y yo iba a faltar pero fui terca y me pareció injusto no desearle personalmente un muy feliz cumpleaños a la Andrea. Creo que gracias a esa gripe se contagió medio curso. Mi mami dice que la gripe sólo es una confusión mental y yo vivo en un permanente estado de confusión mental, por eso vivo agripada. 

24 de febrero de 2005

Estoy very cansada, hoy ha habido mucho trabajo por los trámites atrasados y los urgentes, miles de papeles que digitalizar, sellar, sellar otra vez, separar, engrapar, juntar con un clip, registrar, despachar, recibir, verificar, archivar por número de trámite y en dos archivos más. Bueno, sí es una exageración porque aunque parezca tan fastidioso e innecesario, es fácil, es rápido, es el único trabajo para el que estoy preparada y es bastante que confíen en mí (aunque sea para poner sellos de fecha y de número). Luego contestar el teléfono: hay muchas personas que oyen mi voz y me asientan. Me dediqué en un tiempo libre que tuve en la mañana, a leer las noticias del periódico y me han llamado más la atención una que se refería a la muerte de un chulío, arrollado por el bus conducido por un chofer prófugo, al momento de marcar la tarjeta; y la otra, de un cargador alcohólico de la Feria Libre, muerto por hipotermia, encontrado en alguna de sus habituales aceras de descanso, sin vida. Tampoco me gusta lo que se refiere a cadáveres (a veces no identificados) abandonados en la morgue. La ciudad crece, aumentan las probabilidades de que muera un conocido, los suicidios y los cuasi suicidios también, plato de todos los días. Nuestra sociedad, deprimida, triste, roja (por la emoción del Cuenca y por la sangre). 
Es infeliz ver ese tipo de noticias, puede ser morbo mío (no niego esa posibilidad) pero me deprime el hecho de ver en la crónica roja sólo a gente pobre. Me deprime preocuparme por cosas estúpidas, mientras hay quienes sufren de verdad. 

2 de marzo de 2005

Seguíamos con el teléfono cortado y me informó mi ñaña que el abuelito ya había pintado mi payaso, entonces tenía que ir a retirarle. Salí en la tarde, media hora antes del trabajo, y fui caminando hacia la casa del abuelito. La abuelita me abrió la puerta y me dijo que él me estaba esperando, así que subí y le encontré muy risueño viendo Laura en América. Me trajo el payaso y estaba hermoso, con pelo y todo, tuve una emoción inexplicable. Después agradecí, me dijo cómo debía ser la ropa del títere y me despedí. La abuelita me regaló un chocolate. 

10 de abril de 2005

Pasé estudiando todo el puerco día, tanto que voy a vomitar letras por los ojos. 

2 de mayo de 2005

No andar con reloj porque el tiempo es una cosa relativa. Ni tener celular porque la comunicación es más bien telepática cuando es necesario tenerla a distancia. Ni ver la televisión porque el mundo real, el que se ve en las calles, es más simpático por sí mismo que colado en el filtro de las apreciaciones subjetivas de otros. No frecuentar Internet por la basura que contiene y por la magia que sus efectos le quitan a la simplicidad de la vida. Ni correo electrónico, porque las letras son más bonitas desde tu puño, porque me gusta ver el color de la tinta y la textura del papel. 

31 de octubre de 2005

Intento de profecía
Los hombres del futuro se preguntarán por nosotros y aun dudando de nuestra existencia, se harán en la mente una imagen nuestra. Nos recordarán sin habernos conocido, e idearán obras pictóricas y literarias (si todavía tales expresiones existen) en nuestro honor. Se llenarán de enigmas y cubrirán con el sello del misterio todo aquello que escape a su comprensión. Se maravillarán por nuestros grandes pasos, por nuestras mágicas invenciones, y se sentirán horrorizados por los errores imperdonables que caracterizaron nuestra historia. No encontrarán explicación a nuestras costumbres, nos tendrán por salvajes civilizados. Les sorprenderá enormemente la cantidad de instituciones que creamos y el sinnúmero de artificios, rituales, reglas y tradiciones con que pensamos extender nuestra existencia, amenizarla, complicarla. Amarán nuestras grandes narices, porque ellos van a tenerlas pequeñas y compararán sus pies cuadrados, simples, con los nuestros de cinco dedos. Tratarán de descifrar los jeroglíficos de nuestras letras y nunca, en su afán investigador, lograrán aprender todas nuestras lenguas. Leerán nuestras cartas de amor sin comprender la razón de los sentimientos y les parecerá extraño que cada uno de nosotros posea su propio rostro y que se hagan clasificaciones de ellos en feos, hermosos y raros, porque todos los de su especie serán iguales. Fabricarán casas con nuestros discos musicales, haciendo de ellos material de construcción... Con las cintas se tejerán suéteres, con nuestros cuerpos, canchas deportivas. No concebirán esa extraña costumbre de enterrarnos unos a otros y de llorar por los difuntos. Morirán en soledad, sin que ninguno de sus semejantes eleve al cielo oraciones por su alma. No tendrán una noción de alma. La gastronomía será una cosa prehistórica y se concebirá al llanto como una antigua forma de limpiar los ojos. Sus cerebros serán mucho más grandes, y, la visión de los nuestros, un indicio para afirmar que éramos infradotados neuronales. Sus corazones serán del tamaño de una nuez. Sus hígados harán las veces de órgano principal de circulación de la sangre. Los olores tendrán menos importancia, se extrañarán de nuestra propensión a bañarnos y utilizar perfumes. Se sentirán superiores a nosotros aunque utilicen de papel higiénico las teorías de la evolución. Sus excrementos serán reutilizados, no como abono, sino como un suplemento vitamínico de alto valor nutritivo. Los árboles habrán muerto y envidiarán a la Tierra de nuestro tiempo, envuelta en bosques. Volarán con la sola orden de sus mentes. Volarán, pero en el fondo de sus hígados, tendrán la nostalgia y la envidia de no poder hacerlo con la imaginación. 


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