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martes, 26 de abril de 2016

¿Qué es el Ecuador?

Una línea imaginaria. Un país indefinible por diverso. Un tejido de colores, de razas, de culturas.
El Ecuador es el país que no sé explicar de qué se trata. No es el Caribe. No es sólo la selva. Es un puñado de corazones tricolores. El rojo por la sangre, el azul por el cielo y por el mar. El amarillo por el oro que nos robaron, y que nos siguen robando, dicen. El país del Boletín y la Elegía de las Mitas. De gente india, chola, montubia, chaza, longa, mitaya, negra, zamba, blanca y mulata. El país del presidente loco que subastó su bigote por un millón de dólares recaudados en una teletón, luego de grabar su propio CD. En la época de Emprovit y Abdalac. El país del presidente que huyó en helicóptero. El país colonial del rezago huasipunguero. El país clasista, sexista, heteronormativo. El país polarizado por la política. El país que desconcertó a Humboldt por la alegría de sus habitantes con música triste. El país que condenó al suicidio a Dolores Veintimilla de Galindo. El país que no le dejó ser presidenta a Rosalía. El país que botó siete presidentes que había votado (bueno, no todos) en menos de diez años.
El país del feriado bancario. De la Santa Marianita de Jesús, del Santo Hermano Miguel y de la Beata Narcisa de Nobol. De hacer de Lenín Moreno y de Jefferson Pérez ídolos populares, cuasi santos, equiparables a Gandhis criollos. Pero también el país de Matilde Hidalgo, Jorge Enrique Adoum, Jorge Icaza, Juan Montalvo, Alicia Yánez, Nela Martínez, Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña. El país que desde el centro de la tierra está más cercano al sol.
El país que se levanta, todos los días, con café con leche y pan. El país de lagunas, lagos, páramos de esponjas de agua frías como las cúspides de sus volcanes inquietos. El país del cóndor y del colibrí. Aves tan disímiles, tan opuestas, como la Costa y la Sierra. Como el Oriente y Galápagos. Como los ricos y los pobres. Como los indios y los blancos.
El país de mares serenos, de azules y verdes ligeramente turbios -que los alejan de la postal del cristal celeste idílico-, y que se enojan a veces. El país de montañas andinas, como colchas hechas a puro retazo de siembra de verdores en degradé, por mujeres vestidas de lana. El país de selva y lluvia y mañana la playa.
El país que sonríe a visitantes. El país que no ama a las mujeres. El país de mujeres que aman demasiado. El país de anocheceres a las seis y media. Y de amaneceres a las seis y media. Doce horas de claridad en todo el año. Y doce horas de oscuridad en todo el año. Y un clima cuasi primaveral que solo se comprende cuando se está fuera.
El país del collar de lágrimas, de las hermanitas Mendoza Suasti y de los hermanos Miño-Naranjo. De Hilda Murillo y de Héctor Jaramillo. De Julio Jaramillo y Carlota Jaramillo. De Silvana Ibarra y Aladino. De Máximo Escaleras y Piedacita Laso. De Gerardo Mejía y Sharon. De la Bomba y Dupleint. De Guayasamín y de Delfín. De los cinco como un puño y la generación decapitada. Y de Tábara. Y de Endara. Y de la Guga Ayala. El país de las constituciones que duran diez años en promedio. Y del congreso de los cenicerazos y la asamblea de las sumisas. De los polos de desarrollo y de los bordes no desarrollados.
El país de las casas de caña y de los techos de zinc. Pero el país de edificios que no llegan a rascacielos. Y al mismo tiempo, el país de las ciudades coloniales y republicanas de adobe, donde las rojas, cómplices, tejas, unas a otras se cubren secretos. El país de las tiendas del barrio. De las sastrerías y de las picanterías. De los chifas y los chaulafanes. De las peluquerías y de los spas. De las ventanas decoradas con cualquier adorno, para regalar primor a quien pasa por la calle. De la decoración forjada en la acumulación de recuerdos de bautizos, apilados en estantes con forma de casa. De las lentejuelas, la espuma flex, los peluches en funda y las flores plásticas con rocío falso. De los discos piratas vendidos impunemente y los buses donde se va a matar o a morir.
De los amores de paseo y carretera. De los payasos de bus y los galanes de balneario. De quienes quieren ser aniñados negando su origen cholo. Y de aniñados que quieren representar lo andino, desde sus azules miradas. De los altares, las iglesias, los divinosniños, las procesiones, las paradas, las marchas y los pases. Las rockolas y los perritos runas en la calle. Los negocios imposibles de explicar con las leyes del mercado, que tienen la capacidad de plegarse sobre sí mismos y continuar mañana. -Yo reinaré, ruega por nosotros, en vos confío-. El país de primero Dios y después vos.
El país del pan de oro y del spray dorado. De los camiones de carga con volutas y leyendas en la parte de atrás, que aparecen en el camino como consuelos o presagios. De los taxis adornados con CD, zapato de guagua y churonas. Del ceviche, el seco de pollo, la guatita, el ayampaco, el tomate de árbol y la naranjilla. El país de maíz y de trago de punta y de otros objetos que se juntan caóticos, en un escudo kitsch, que en cada edición de las láminas educativas -que aún venden- tienen una explicación distinta.

El país donde la euforia dura una semana, donde la unión dura lo que un partido de fútbol y mañana, sin la camiseta, somos tantas almas disímiles. Pero el país que el abandono y la tragedia unen, en un solo corazón, que talvez sólo Damiano pudiera explicar, en una canción.



domingo, 17 de abril de 2016

Miedo


Y tengo ese miedo triste que parece correr por las venas como huyendo de algo. Ese presagio oscuro de alguna incertidumbre, esa certeza, más bien, de que todo deviene oscuro. Tengo también, en iguales dosis, una esperanza que conmueve, que mueve.  

viernes, 8 de abril de 2016

en paz déjame

si siempre he sido así.
si no he de cambiar.
si me da la gana de ser así.
si la vida me pone en esto
y si no quiero salir.
y quién sois vos
para decirme
qué debo hacer.
vos no ves las cosas
como veo yo.
vos vienes de otra nota.
no es lo mismo parecer
que ser.
y yo soy. o no soy.
no es mi culpa.
y si lo fuera ¿qué?
me acepto.
no espero
que hagas lo mismo.
me vale
y ya.
pero mañana,
talvez estés pendiente
de lo que haga.
y otra vez te diré
que no me importa.
quién sois vos
para decirme
qué pensar,
qué hacer.
no respiras mi aire
no te dan mis zapatos.
estás en otro lado.
y no me alcanzas. 

martes, 5 de abril de 2016

Te abrazo (Collage)


Llevo algún tiempo transitando por la imbecilidad... Del collage. Me gustan mucho estos trabajos porque me ahorran tiempo y puedo reutilizar dibujos y papelitos que estaban botados. Es un proceso de recoger pasos, incesantemente.

Este collage se llama, acabo de bautizarle, "Te abrazo". Todo fue de muy casualidad. Comienzo por los créditos y descripciones. El marco es muy bonito, compré en una tienda de antigüedades en cinco dólar. El papel del fondo-fondo, es quizás de los últimos pedazos que me quedan de mi papel florentino, que ha engalanado muchas creaciones mías, con sus destellos dorados y sus flores, hojas y volutas.

Sobre el papel florentino, está un marco dorado, de metal, que me regaló mi amiga Gracielita, para hacer decoraciones. En el centro de dicho aro, está un trozo de otro papel decorativo, sacado de una funda de una tienda de bisutería femenina. Sobre dicho papel, posa en color verde-menta, el último bebé de plástico que conservo. Compré, hace unos siete años, una funda de bebés plásticos en Valverde. Llené varias botellitas con los bebés, hice un cuadro con bebés cuando nació mi sobrina Manuela y me sobró una única bebita. Es una metáfora de la maternidad en mi vida. No sé si seré madre algún día, pero me hace ilusión que si lo soy, tendré un o una bebita única, como la Manuela.

El papel del fondo, es de Papelería Palermo, así como la hermosa perrita tipo Lazy. Las tres figuras de la composición, son mini retratos precarios que hice sobre unas cajitas de joyas de Yanbal que me regaló mi mami. Yo dije, como con tantas cosas, "algún día me han de servir" y les tuve como cuadritos de colocación itinerante, por mucho tiempo. Les recorté, no sin cierta nostalgia, y les procuré cuerpos que no se habían preparado para tener. El de la izquierda tiene un tórax celeste, de un papel de pared que en rollos me encontré en la casa que habito ahora. De quién también sería el papel, pero el color es una maravilla.

En el centro de la composición, hay dos cosas muy importantes para mí: una lupa (donde está la bebé) que era de mi papá. Tengo siempre una sensación de ternura inexplicable y de cierta nostalgia cuando pienso en mi papá. Él tenía lupas porque hacía pericias documentológicas desde que yo era o tenía uso de razón. Entonces nos había enseñado cómo hacer nacer chispas y fuegos colocando papel de caja de cigarrillo (sus eternos tabacos) debajo de la lupa, en un buen día de sol. Para mí la lupa es mi papá en su escritorio, fumando sus tabacos, mi papá con su lupa trabajando hasta la noche, mi papá encendiendo, creando llamas de puro sol y lupa. (Voy a llorar).

Debajo, está un espejo redondo, que fue parte de algún coroto que ahora no recuerdo bien. La idea del espejo es que quien vea "la obra" pueda ser parte de ella. Y redondo es el abrazo que va a acoger a quien mira.

Bueno, esta es la explicación, no encuentro otra. Por ahora.