"Si quieres probar la olla de tu vecino, la tuya tiene que estar sin tapadera".
26 de septiembre de 2017
Viajábamos en tren de Barcelona a Sevilla y una pareja de viejitos muy cerca de nosotros conversaba animadamente durante el viaje. Él tenía 81 años y ella, 83. Se quedaron en la estación Linares, Baeza, y mientras el tren se detenía, la señora se sentó a mi lado para contarme un poco de su vida.
"Nosotros somos ricos en amistades. Yo soy muy charlatana. Yo fui la mayor de cuatro hermanas. Mis padres cuando yo era pequeña me pusieron a cuidar a las cabras en mi pueblo y nunca terminé la escuela. A los dieciocho años salí a vivir en Barcelona para trabajar como muchacha de casa y cocinera, con una familia adinerada y aristocrática. Yo sola aprendí a leer y a escribir para estudiar los libros de cocina. Mi especialidad son los guisos. Creo que ahora podría escribir un libro llamado "La Cocina de Alicia". Trabajé con esa familia dieciocho años y ahí, ya mayor, conocí a Antonio, mi marido, unos amigos me presentaron. Yo era más vieja que él. Cuando nos casamos, él tenía 35 años y yo, 37. Me quedé embarazada pero perdí al bebé. A los 38 años la regla nunca me volvió a llegar. Yo, desde mucho antes, bordaba toallas y sábanas para mis niños, pero ya las tuve que regalar. Nunca pudimos tener hijos, pero, ¿sabes? hemos sido muy felices. Él es muy bueno conmigo. Lo importante de una relación es que mandes sin mandar. En nuestra casa los dos mandamos, hay que dar una de azúcar y otra de sal. Tenemos ahora una casa en el campo que construyó él, que es albañil. Ahí tengo sembrados veinte tipos de rosales y él siembra vegetales para comer. Soy la mujer más feliz del mundo".
Y me besa en cada mejilla y se va.
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