La última entrevista fue triste.
Yo esperaba una decisión imposible:
que me siguieras a una ciudad extraña
donde sólo se había perdido un
submarino alemán
y tú esperabas que no te lo propusiera.
Con el
vértigo de los suicidas
te dije: « Ven conmigo» sabiéndolo imposible
y
tú -sabiéndolo imposible- respondiste:
«Nada se me perdió allí» y diste
la conversación
por concluida. Me puse de pie
como quien cierra un
libro
aunque sabía -lo supe siempre-
que ahora empezaba otro capítulo.
Iba a soñar contigo -en una ciudad extraña-,
donde sólo un viejo
submarino alemán
se perdió.
Iba a escribirte cartas que no te enviaría
y tú, ibas a esperar mi regreso
-Penélope infiel- con ambigüedad,
sabiendo que mis cortos regresos
no serían definitivos. No soy Ulises. No
conocí
Itaca. Todo lo que he perdido
"Inmovilidad de los
barcos" 1997
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