Apagarse debe ser triste.
Como haber sido de colores y luego una escala de grises.
Irse convirtiendo la imagen en marca de agua.
Como la sombra de unx mismo.
Que en cualquier momento el tiempo termina por llevarse.
O el aire robado por desinflar.
Como la copia de la copia de la copia, que acaba enterrada
debajo de los carteles de nuevos mensajes
de próximos
acontecimientos.
No sabría precisar cuál mismo es el encanto
De las fotos en blanco y negro.
De pronto que las podemos imaginar de colores.
O la sobriedad del contraste entre la mezcla de todos los
colores y la ausencia completa de luz.
Sin matices más que el gris, que de sombrío se convierte en
estos casos en lo más dócil y fluido.
En sus diferentes espesores, en aquello
que sugiere humanidad y no dibujo.
El blanco y el negro son colores democráticos y antiguos.
Al mismo tiempo tristes.
Haber sido de colores y perderlos debe ser como perder el
brillo un traje de noche.
Como perder el pelo y recurrir a raros
peinados para evitarlo.
Como el resplandor perdido de quien vive de glorias pasadas.
Copiándose a sí mismx, en su mejor momento.
Con la máscara de tiempos más felices
Sobre la amargura de no poder aceptar
O de no saber aceptar
Que el mundo se mueve y hay que ir con él
Aunque dormirse en los laureles debe tener el encanto
De pretender que la vida es sueño.
Haber sido de colores y perderlos sin duda es peor que no
haber sido de colores nunca.
No es lo mismo una foto en blanco y negro de la época de las
fotos en blanco y negro.
Que una foto en blanco y negro de ahora.
Que alguien sin mucha ciencia puede hacer reduciendo la saturación.
Renunciar a los colores es diferente a que los colores te
despidan.
Apagarse debe ser triste.
O talvez apagarse es necesario en un momento en que las
luces sobran.
En que los colores fastidian y han perdido su significado.
Los grises, blancos y negros pueden ser el lugar del luto o
del remanso.
De la paz en degradé, hasta llegar a la ausencia o al extraviarse
definitivo.
Haber perdido los colores es triste cuando no se acepta.
Y cuando esos colores perdidos quieren reemplazarse con
ortopédicas imposiciones.
Pero apagarse voluntariamente puede ser valiente, siempre
que no sea por tristeza.
No es lo mismo la abulia que la ataraxia.
Ni morir que matarse,
o que te maten.
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